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Análisis

La sorpresa y la revolución

Carlos Ceballos inscribe las celebraciones por el triunfo de la Selección en las tradiciones populares argentinas.

Publicado

en

Por Carlos Ceballos.

¿Qué es ese fenómeno que en la Fiesta del mundial invadió Buenos Aires, pueblos y ciudades de las provincias argentinas, ciudades europeas y hasta parte del Asia?

Ese fenómeno es el Pueblo argentino. El que contagió ámbitos intelectuales, artísticos y científicos pero a la vez sorprendió a los inteligentes de las oficinas de seguridad. Una vez más podría decirse.

El Régimen siempre se sorprende

Fue sorpresa el mismo Pueblo en las calles el 17 de Octubre del ’45, y también le resultó sorpresivo ver bajar al General Perón por la escalerilla del avión de Alitalia en Ezeiza en 1972, y el levantamiento popular de 1833 que se concentró cerca del Riachuelo en Buenos Aires dando inicio a la Revolución de los Restauradores; y otra vez y otra, recorriendo nuestra historia.

Nuestro Pueblo demuestra que sabe de este tema.

La sorpresa es un factor que suele resultar decisivo en el resultado de las batallas. No está en que el enemigo desconozca por completo la posible acción, sino en la ventaja de una realización imprevista que le impide reaccionar a tiempo.

¡De pie el Pueblo está feliz! exclamó alguien. Y en su felicidad demostró: que es ahí donde está el Peronismo, el Peronismo que nadie podía encontrar, estaba ahí, en el Pueblo argentino.

Y esto llenó de sorpresa también a los “peronistas”, a aquellos que lo supieron ver aun perteneciendo al sistema político o institucional
sorprendido.

Hay momentos de la historia en que el Pueblo se apodera de todo el escenario y el resto de los protagonistas desaparecen, no por voluntad propia sino porque la parálisis se apodera de ellos. Quedan petrificados.

Superada la instancia todo parece volver a la “normalidad” previa, no obstante la jornada penetra los corazones con sus emociones, y en las consciencias despierta interrogantes inesperados acerca de cómo puede suceder esto sin ninguna preparación ni conducción.

Y a partir de este asombro, de la presencia de esta lógica habitualmente despreciada, se puede preguntar con razón: ¿Cómo sigue esto? El Pueblo se ha retirado a su casa.

No está para la revolución, diría un setentista o un fantasioso de la actualidad. Hay demasiados aturdidos, aislados, angustiados, desesperanzados; el futuro está muy lejos.

Tan lejos que nadie lo puede desentrañar y ni siquiera el Régimen que lo propone puede entender lo que produce. Y todo lo que intenta como solución, aquí y en el mundo entero, es destrucción.

Todo está perdido, todo es tinieblas, negro.

Sin embargo nuestro Pueblo ha mostrado estar dispuesto para grandes empresas colectivas. Más que negar la incertidumbre del futuro se lo vio asumir el presente. Más luz que obscuridad. No es obstáculo insalvable ver que en el campo institucional y dirigencial de cualquier especie reina la debilidad y la corrupción. Si en ese futuro las rutas están atascadas, en el presente todos los caminos están por hacerse.

Se puede hacer la historia caminando, como el Pueblo la hace sin cesar. Diariamente, en el hoy, y hacia adelante; guardando para los momentos de las derrotas que creen detenerlo, un resto que no deja de andar sobre un desierto de incomprensión y de injusticia.

Pero además ofrece sus técnicas (perfeccionadas en la Argentina), como es su necesidad de reunión, sus ansias de formar comunidad, lo que lo lleva a organizarse en pequeños o no tan pequeños grupos que funcionan como órganos para resolver así los problemas que se le presentan en la cotidianidad.

No sólo es festejo, sobre todo es lucha.

Y esta es la política y la respuesta al ¿cómo sigue esto? Habrá que rechazar las tentaciones del pesimismo y la comodidad. Dejar las fantasías a los ámbitos del “poder” para edificar hoy con y por el Pueblo el camino de la grandeza de la Nación.

Ladrillo tras ladrillo construyendo un cimiento firme para un edificio nuevo con un poder nuevo, lleno de Pueblo, que solo así se alcanza la verdadera democracia.

Sin quejas inútiles, sin denuncias acerca de las injusticias y falacias del enemigo, igualmente inútiles porque eso es lo que el enemigo es, y no irá contra su naturaleza.

Una política simple que imita el humilde andar del Pueblo al que se pertenece, se contagia de su fe y sus valores, y camina con el saber que el Pueblo es como el agua, siempre pasa.

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