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Análisis

El 17 de octubre de 1945, según un historiador peronista

La Movilización popular del 17 de octubre según José María Rosa.

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La nota que usted está leyendo es el reverso -o más bien complemento- de otra con la misma inspiración y finalidad: rememorar la movilización popular del 17 de octubre de 1945. Decenas de testigos y protagonistas nos dejaron el recuerdo y descripción de aquella jornada tan especial. Raúl Scalabrini Ortiz, por ejemplo, aseguró haber visto al “subsuelo de la patria sublevada (…) el cimiento básico de la nación que asomaba como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto”. Otro escritor, Leopoldo Marechal, fue sorprendido en la tranquilidad de su domicilio porteño por “un rumor como de multitudes”, expresado alegre y pacíficamente por quienes conformaban “la Argentina invisible”, según declaró alguna vez.

Y podríamos seguir acumulando citas de personalidades destacadas o de simples hombres y mujeres de pueblo que allí estuvieron, pero lo cierto es que escribir notas gemelas fue el mejor recurso que encontramos para poder reproducir in extenso dos relatos** que consideramos especialmente significativos, porque provienen de contemporáneos que además fueron historiadores y, podríamos aseverar, los dos historiadores más reconocidos e influyentes de la segunda mitad del siglo XX argentino, como mínimo: el peronista José María Rosa y el radical Félix Luna.

“Pepe” Rosa (1906-1991), de origen demócrata-progresista, integró la pléyade de historiadores nacionalistas que durante la década de 1930 comenzó la revisión, por primera vez de una forma orgánica y sistemática, de la versión oficial de la historia argentina. Basada en los textos de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, y reproducida, amplificada y sacralizada por la escuela pública, la Universidad, la prensa libre y el sistema político en pleno, esta interpretación del pasado argentino era entendida como el pasado argentino. Los historiadores revisionistas hicieron la crítica del relato liberal y ofrecieron una versión alternativa. La óptica que asumió Rosa para explicar nuestro pasado fue la de las masas criollas y humildes, de ahí que sea considerado, hasta el día de hoy, el referente máximo del revisionismo popular y de ahí que, en política, adhiriera al peronismo.

Así relata los primeros movimientos del 17 de octubre de 1945 en el tomo 13 -último que llegó a escribir- de su famosa y numerosas veces reeditada Historia Argentina (1992, Ed. Oriente):

La gente se venía nomás. En algunas fábricas de Avellaneda había piquetes que invitaban a concentrarse en la Avenida Mitre, pero no en muchas. Una consigna telepática paraba en las puertas a los obreros y los hacía rumbear a la Avenida Mitre que desde las 7 de la mañana hierve de gente. “¡A Buenos Aires!”. “¡A traer a Perón!”. No solamente en Avellaneda; en Banfield, Gerli, Quilmes, Lanús. Los primeros pudieron cruzar el puente muy de mañana, pero a las ocho Emilio Ramírez consiguió que la policía lo levantara. No importa: se cruza en las barcas semipodridas amarradas a la ribera, o en tablones improvisados, o a nado. No eran hombres solamente: mujeres, muchas mujeres, algunas con niños colgados al pecho. Media hora después el puente volvió a tenderse, porque las órdenes del jefe de policía se cumplían a medias. (…)

A mediodía, las calles de Buenos Aires que llevaban a la plaza de Mayo: Belgrano, la avenida Corrientes, Santa Fe, hormigueaban de hombres y mujeres que vivaban a Perón, repitiendo su nombre en aires de moda: “Yo te daré, te daré Patria hermosa / te daré una cosa / una cosa que empieza con P / ¡Perón!” (…)

Gente que no se estaba acostumbrado a ver en las calles del centro de las ciudades, los despreciados cabecitas negras (…) venidos de la campaña para trabajar en las fábricas de las orillas ciudadanas, desarropados como andaban los obreros de entonces (descamisados los llamará Américo Ghioldi). “¡Sin galera y sin bastón / los muchachos de Perón!”. Sucios con la grasa y el aceite del Riachuelo, destrozadas las alpargatas por la caminata; pero alegres, muy alegres, al verse juntos y saberse tantos. (…) No iban en orden, zigzagueaban a lo ancho de las avenidas como si tomaran posesión de algo suyo. (…) Oí consignas nacionalistas -nuestras consignas- que me desconcertaron porque no imaginaba que hubieran llegado hasta ellos. “Patria sí, colonia no!”, “¡La Argentina para los argentinos!” (…)

Comprendí que esa gente de bromas infantiles y procederes hidalgos, que se burlaba de lo ridículo pero respetaba lo respetable, que atravesaba el Riachuelo a nado, que venía de los más apartados arrabales para jugarse por un amigo, era mi gente, sentía la vida como yo, tenía mis valores, no se manejaba por palabras sino por realidades: era el pueblo, mi pueblo, el pueblo argentino, el pueblo de la Revolución de los Restauradores, de las invasiones inglesas y las jornadas de 1810, el pueblo de la noche del 5 al 6 de abril de 1811. (…) No era una entelequia: era algo real y vivo. Comprendí donde estaba el nacionalismo. Me vi multiplicado en mil caras, sentí la inmensa alegría de saber que no estaba solo, que éramos muchos.

Compartí su alegría, comprendí que mi lugar estaba con ellos. Algunas cosas me habían alejado de Perón, pero eran minucias ante esa inmensa realidad. (…) Lo importante era que el pueblo siguiera a Perón, como a los grandes caudillos de otros tiempos, que Perón tuviera los mismos enemigos de los caudillos, pagados de palabras, o intereses, incapaces de sentir el latido de lo grande. Comprendí que la voz del pueblo era la voz de Dios, que el pueblo ama, y los enemigos del pueblo odian (…). En el pueblo estaba la Verdad, no en el mundo de las apariencias y frivolidades. (págs. 189-192)

Como conclusión, queremos agregar estas palabras que “Pepe” expresó al periodista Pablo José Hernández en ocasión de las Conversaciones con José María Rosa (1978, Ed. Colihue), que nos ayudarán a comprender mejor qué fue -y qué es- el movimiento político parido por los trabajadores en aquella primavera:

(Perón) buscó apoyo en los partidos políticos y no lo encontró. Formó entonces el Partido Laborista, su partido de obreros. Estableciendo la agremiación obligatoria. El sindicalismo fue la base de la organización política peronista, los sindicatos, que estaban en manos de políticos anarquistas, socialistas o comunistas, al masificarse, eliminaban a esos dirigentes. Porque nuestro pueblo no es anarquista, ni socialista, ni comunista: es argentino. Los sindicatos pasaron a manos de muchachos argentinos. Y de allí nació lo que se llamaría después “Partido Peronista”. Obreros sindicalizados, clase media que había sido antes yrigoyenista, méchele algunos nacionalistas -algunos auténticos nacionalistas- para darle sabor. Todo muy argentino, muy nuestro, muy representativo de lo que es el pueblo. Y ahí tiene el movimiento nacional que es la traducción en 1945 de lo que fue el federalismo de 1829, o el radicalismo yrigoyenista de 1916. Y seguirá mañana, no sé con qué nombre. (pág. 124)

 

Por Alejo Bautista Giorgi – Licenciado en Ciencia Política (UBA) y docente.

** Todos los derechos corresponden a la editorial y/o a los herederos de los autores citados. La reproducción parcial que hacemos de sus textos solo persigue fines de esclarecimiento histórico y reconocimiento a sus trayectorias intelectuales.

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