Análisis
La economía que se muerde la cola
Revisar la apropiación de la renta para romper la dinámica de precios y salarios.

Los precios de la economía, y la economía en sí, giran sobre sí, intentando “morderse la cola”. Pero “la cola” de la economía bien podría representar, gráficamente, a quienes “la siguen de atrás”, como pueden.
El problema es que de tanto en tanto la economía (como el perro), efectivamente logra “morderse la cola”. y cuando esto ocurre, durante un breve lapso de tiempo, el perro (la economía) queda detenido, cristalizado, en dicho comportamiento y seguidamente “se olvida de la cola” y sigue, hasta repetir nuevamente la conducta.
Pero en cada ocasión en que esta se da, “partículas” de esa “cola” (la de la economía), quedan “en el camino”. Y el costo, inicial y superficialmente económico, deviene en costo social y, acto seguido, en político.
Quienes están “a la cola” de la economía son, en todo tiempo y lugar, quienes dedican todos sus ingresos a su supervivencia.
En términos de variables económicas, son “todo” consumo (consumo privado). Si bien la economía registra un crecimiento del producto (PBI) interanual del 6%, con un crecimiento consumo (consumo privado) del 9,3% (1° trimestre 2022 vs. igual período 2021), la tendencia del consumo privado es la de crecer, pero cada vez a una menor tasa.
Mientras que el PBI, que se explica (en gran parte) por el consumo privado, replica la misma dinámica: crecer, pero a una menor tasa.
En efecto, al comparar con sendos máximos de crecimientos interanuales del consumo privado y del PBI, del 19,5% y del 18,1% (respectivamente) en el 2° trimestre de 2021 (contra el mismo período 2020), la tendencia es decreciente. Se crece, pero menos. Entre otras cosas porque se consume, pero menos.
Hace pocos días se informó que la tasa de desocupación había bajado hasta alcanzar el 6,9%. Pero este “número” incorpora, por ejemplo, el trabajo de quienes aportan como monotributistas, sea porque efectivamente lo son, o porque son trabajadores en relación de dependencia “informales” o “en negro” que, por ende, carecen del amparo de un convenio colectivo de trabajo y de aumentos de salarios vía negociaciones paritarias.
La masa salarial (que, básicamente, es multiplicar salarios con puestos de trabajo), crece porque, aun a tasas menores, crece el PBI.
Cuando el producto aumenta y se genera empleo, aumenta el consumo de los trabajadores. Pero la masa salarial crece más por la vía de nuevos puestos de trabajo generados que por la vía del crecimiento de los salarios.
En el primer semestre de 2022 creció al 6,9% interanual, pero, de ese porcentaje, solo un tercio corresponde a mayores salarios mientras que los dos tercios restantes corresponde a empleo nuevo.
Esto no significa otra cosa que lo dicho: aumenta más la creación de empleo que las mejoras salariales. Y esto implica que en promedio, los nuevos empleos generados perciben ingresos menores que el promedio de ingresos de la masa salarial toda.
El PBI crece, también, cuando lo hace el gasto público. El gasto público (o consumo público), implica que el Estado demanda bienes y servicios. Esta demanda de bienes y servicios por parte del Estado genera demandas de empleo y de otros bienes y servicios por parte de quienes proveen al Estado y, hacia el final del eslabonamiento de demandas generado, induce un mayor consumo por parte de todos los particulares que intervienen en la satisfacción de la demanda inicial estatal que, tomados en conjunto, obtiene mayores ingresos que antes de haberse producido esta última. Desde abril de 2021 hasta febrero de 2022, el gasto público real (real: aun teniendo en cuenta la inflación), siempre hablando en términos de promedios, creció a una tasa creciente. O sea, crecía “cada vez más”. Pero, con posterioridad, el gasto público real crece, pero “cada vez menos”.
Algunos de los “espejos” de estos crecimientos “cada vez menores” son, por ejemplo, que las ventas en supermercados (a precios constantes, es decir, contemplando la inflación) pasaron de observar un crecimiento interanual de casi el 7% en febrero de 2022 (versus febrero de 2021) a uno del 2% en junio de 2022 (versus junio de 2021); de poco más de 15% de abril de 2021 (versus abril de 2020) a un -0,1% de junio de 2022 (versus junio de 2021) en las ventas de mayoristas; y de un 13,2% en noviembre de 2021 (versus noviembre de 2020) hasta un -3,5% registrado en julio de 2022 (versus julio de 2021) en las ventas minoristas de las PyMES (decayendo mes a mes desde aquel noviembre de 2021 hasta este julio de 2022, con excepción de los meses de abril y junio de 2022).
“La dinámica de las ventas minoristas pyme, por rubro, arroja resultados dispares. Crecieron interanualmente: Ferretería, materiales eléctricos y de la construcción (+4,8%); y Farmacia y perfumería (+3,2%). Cayeron: Alimentos y bebidas (-6,2%); Bazar, deco, textiles de hogar y muebles (-4,6%); Calzado y marroquinería (-2,5%); Textil e indumentaria (-12,7%)”.
Pero la economía sigue creciendo, al igual que el consumo privado. No han podido contra ellos, los aumentos superlativos en los precios internacionales de la energía y de los alimentos (vía pandemia Covid-19, primero; guerra en Ucrania, acto seguido).
Pero la mecánica que ha permitido este sostenimiento de ambas variables (donde el consumo es explicativo de buena parte del producto) es aquella por la cual los aumentos de los precios de los bienes y servicios en el ámbito local, son compensados por los aumentos de salarios acordados vía paritarias.
Esto “empareja” ingresos de los hogares con niveles de precios. Pero lo hace por un breve lapso: hasta que quienes producen y/o transan los distintos bienes y servicios de la economía, viendo incrementados sus costos y, por ende, deprimidos sus márgenes de ganancia, “remarcan” sus precios para recomponer sus márgenes de ganancia, volviendo “a foja cero” (nuevamente) la relación entre los ingresos de los trabajadores y los precios de los bienes y servicios de la economía. Lo que sigue, a los fines de sostener el consumo (y, como consecuencia, el producto), es homologar nuevos incrementos salariales derivados de negociaciones paritarias. Es la economía “mordiéndose la cola”.
Los autores del informe a que se alude en la presente nota denominan correctamente, a este mecanismo, como de “Indexación”.
En el título del trabajo citado (muy didáctico, y que el lector puede leer en este link http://www.unm.edu.ar/files/Nota_de_coyuntura_N_2_pptx.pdf) se habla de una “2da. Recuperación post Covid-19”, que es real. Y, renglón seguido, reza: “La indexación, un recurso que acelera la inflación e incrementa la desigualdad entre trabajadores”.
En efecto, estos aumentos de salarios alcanzan únicamente a los asalariados registrados y sindicalizados o bajo convenio. Quienes se encuentran registrados, pero no se encuentran amparados bajo convenio colectivo de trabajo alguno, quedan “a merced” de la “buena predisposición” de sus empleadores (que, cuando la hay, suele “quedarse corta”). Quizá tengan mayor suerte quienes trabajan en forma independiente y pueden trasladar sus mayores costos a los precios que cobran por su labor.
Pero seguro no alcanza a los trabajadores precarizados: aquellos que, trabajando en relación de dependencia, no se encuentran regularizados por sus empleadores y les facturan a estos como si trabajaran independientemente de ellos; o bien, quienes “se la rebuscan” con “changas” y/o perciben ingresos de carácter social (los mal vilipendiados planes sociales).
Lo mismo cabe para quienes perciben ingresos de carácter previsional (jubilaciones y pensiones, pensiones por invalidez, y otros). Porque, aun cuando, por sí mismos o vía decisión política, puedan recuperar parcialmente sus ingresos frente a los incrementos de precios, la tan mencionada alta “nominalidad” de estos últimos (los tan “grandes números” a los que los bienes y servicios se “remarcan” en cuanto a sus precios), los deja cada vez más en situaciones rayanas con la mera supervivencia, “provocando mayor desigualdad al interior de la clase trabajadora y, al mismo tiempo, establece una dinámica de precios que se instala en escalones cada vez más altos”.
¿Hay formas de dar solución/es a esto que se describe? Sí. ¿Es todo lo que debe ser solucionado a los fines de evitar la “espiralización” de precios de la economía? No. ¿Es todo lo que debe solucionarse en la economía argentina? Para nada. Es apenas “un lunar en el mantel”.
No se postula como solución en la presente nota, el dejar de alinear (o acercarse a hacerlo) ingresos con precios. Tampoco se está postulando una solución puntual (y es el propósito). Pero, “ya que estamos”, aportar apenas alguna “punta” no está de más.
Quizá una solución pase por una mezcla, lo más cercana posible de algún óptimo de desindexación de ambos: ingresos y precios. Y, si los ingresos (como resulta evidente) viven “corriendo de atrás” a los precios y, en promedio, los márgenes de utilidad empresaria que se pierden ante cada actualización de los primeros (ingresos) terminan siendo (como mínimo) recuperados por el capital (las empresas), quizá resulte necesario y justo, revisar los mecanismos de apropiación de renta (utilidades, ganancias, etc.) de las empresas: específicamente, los niveles de utilización de capacidad instalada de producción de las mismas y su empleo.
Quizá algún gravamen aplicado sobre la diferencia entre niveles de capacidad instalada y capacidad instalada utilizada (que no necesariamente tiene por qué ser un tributo -un impuesto-), incentive a las empresas a recuperar márgenes ganando por cantidades producidas y vendidas aquello que hoy recuperan ganando por mayores precios. Después de todo, mantener niveles de capacidad instalada y empleada del 67% (bajos) y participar de la renta nacional (o producto, o PBI) en un 58% (aprox.) mientras que la masa de trabajadores lo hace en un 42%, amerita, seguramente, una revisión.
De nuevo: la economía “se muerde la cola” y, en cada ocasión en que lo hace, deja restos de ella tras de sí: mujeres y hombres quedan a la vera de la división social del trabajo, aquella que los referencia, ante “el todo social” que los rodea, como “partes integrantes” (e “integradas”) en la reproducción de los satisfactores de las necesidades humanas de ese colectivo social.
Son los que se van “cayendo del sistema” y que, luego, comienzan a ver difusa su representación, sencillamente porque comienzan a ver difuso el valor de su participación. El lector podrá, por sí mismo, identificar señales presentes de este costo. Costo que, repetimos, es de tipo económico solo inicialmente y en la superficie. Pero es social y, por ende, político, en su fondo.
Por Javier Martínez
Cdor. Público FCE-UBA
*título en trámite.